Si te gusta escribir tus propios relatos, debes dominar el uso de los recursos literarios. Estos te permitirán escribir textos más fluidos y bellos. Y lo mejor de todo es que puedes utilizarlos para escribir libros, copys en redes sociales o textos de cualquier tipo. Así pues, si quieres saber cuáles son los recursos literarios y para qué sirve, sigue leyendo este post.
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¿Qué son los recursos literarios y para qué sirven?
Los recursos literarios son herramientas que puedes encontrarte en infinitud de textos. Te sirven para darle una lectura más amena al escrito, aunque también se han usado para llegar al lector de muchas maneras. Desde la poesía hasta la prosa, encontramos numerosos recursos de este tipo. Aunque no sueles usarlos en el lenguaje verbal, puedes encontrarlos en el marketing. Por supuesto que las obras literarias están plagadas de ellos, ya que les permite embellecer el contenido.
Su uso es intencional. El autor es consciente de cada recurso que utiliza, buscando crear una emoción en el receptor de su obra. Gracias a estas herramientas, te resulta más sencillo identificar un texto literario del que no lo es, aunque este concepto no deja de ser subjetivo en el área de la filología. Por tanto, a través de los recursos literarios conseguimos crear peculiaridades gramaticales, semánticas y fonéticas en un texto. Para acercarte un poco más a estas herramientas, a continuación te las mostramos por medio de ejemplos.
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¿Cuáles son los recursos literarios?
Podemos hablar de diferentes tipos de recursos literarios, atendiendo a las peculiaridades que te mencionamos antes. De esta forma, desde el punto de vista fonético, se pretende crear una mayor musicalidad. Por la gramática o la morfología, se busca transmitir una emoción, haciendo llegar el sentido de las palabras de una manera específica. En lo que respecta a la semántica, se juega con el significado léxico, lo que permite exhibir la riqueza de nuestra lengua.
Al final, el autor, que busca enfatizar su mensaje, consigue su objetivo llegando hasta el lector. El hecho de cumplir con esta meta logra que el texto pueda llamarse literario, ya que los recursos han transmitido bellamente un sentimiento en el receptor. Así pues, veamos cuáles son los recurso literarios.
Recursos fonéticos
Repeticiones de sonidos, ruidos que se convierten en parte del léxico o similitudes entre palabras pertenecen a este tipo de recursos. Así, la paranomasia permite juegos con un léxico similar, a veces de la misma familia. Puedes «rizar el rizo» o hacer que el «carro corra». Sin duda, este recurso suena con fuerza en la mente de quienes lo leen.
La onomatopeya recoge aquellos sonidos que se han transcrito a nuestra lengua, como el «guau» del perro o el «quiquiriquí» del gallo. La aliteración consigue repetir un grupo de consonantes o vocales muy similares y de manera consecutiva. Existen muchos ejemplos en los trabalenguas como “tres tristes tigres comieron trigo en un trigal”.
Recursos gramaticales
La sintaxis juega un papel muy importante en este caso, al igual que la morfología. A través de ellas, el autor se permite alterar el orden de las palabras, creando estructuras que demuestran la riqueza del español.
La repetición es un recurso muy utilizado en la poesía. En este sentido, la anáfora se puede encontrar a lo largo de una estrofa, con la intención de intensificar el mensaje. Como ejemplo, tenemos la obra de Andrés Eloy Blanco, que dice: «Pintor nacido en mi tierra, / con el pincel extranjero, / pintor que sigues el rumbo / de tantos pintores viejos». La palabra «pintor» corresponde a la anáfora.
La anadiplosis hace referencia a la repetición de una o varias palabras al final y al inicio de un verso. Vemos un ejemplo en el poema de Antonio Machado: «Todo pasa y todo queda / pero lo nuestro es pasar / pasar haciendo caminos / caminos sobre la mar».
El polisíndeton suele “pecar” de la repetición constante de conjunciones, como pueden ser «y» u «o». En el caso de la derivación, puedes ver palabras de una misma raíz, con las que el autor juega en el texto: «Temprano madrugó la madrugada» (Miguel Hernández).
La concatenación consigue encadenar versos, creando una secuencia. De nuevo, regresamos al ejemplo anterior de Antonio Machado. Puedes observar el «pasar» que da pie al final y al inicio de dos versos distintos.
La epífora arrastra una o más palabras a lo largo de varios versos. Un ejemplo lo ves en «De padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones» (Miguel de Cervantes). En la epanadiplosis, observas la repetición de palabras tanto al inicio como al final de un verso o una frase. Es famoso el verso de Lorca «Verde que te quiero verde».
Recursos léxicos
En la antítesis se contraponen sentidos opuestos. Un ejemplo es «Los niños van por la tierra / y las niñas por el aire», de Goytisolo. El apóstrofe tiende a personificar a un objeto, dotándolo de vida («la noche amable»). La comparación resalta la similitud entre objetos o percepciones («oscuro como la noche»).
En el epíteto se resalta una peculiaridad obvia, como el hecho de llamar «blanca» a la «nieve». La hipérbole resalta a través de la exageración, como en «hasta el infinito y más allá», que dice un personaje de la película Toy Story.
El hipérbaton resalta por una alteración de la sintaxis, por ejemplo en «frío tengo», en vez de «tengo frío». En la metáfora se identifican dos elementos semejante («las perlas de su boca»).
La metonimia permite nombrar un objeto por otro que está relacionado con él. Así, podemos usar la marca Danone para designar a un yogur, como se ha hecho popularmente. Por su parte, la sinestesia atribuye a un objeto una característica que no forma parte de él («dulce amanecer»).
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